Alo largo de Su vida, el Salvador mostró una capacidad ilimitada para brindar compasión a medida que bendecía, edificaba y sanaba a las personas dondequiera que iba. Él se centra en amar y en servir a todos los que lo rodean, tanto en aquel entonces como ahora. Mediante Su trato a los demás y los amorosos dones que nos ha dado para guiarnos de regreso a Él, Cristo de forma constante demuestra compasión hacia cada uno de los hijos de Dios y nos invita a hacer lo mismo. En La compasión: El arte del Gran Sanador, el élder Ulisses Soares nos enseña que, así como el Salvador está con nosotros cuando buscamos alivio de los dolores de la vida, Él nos pide que seamos Sus manos, pies, ojos y oídos, y que hagamos las cosas que Él ha hecho: llevar las cargas los unos de los otros, consolar a los que necesitan de consuelo, llorar con los que lloran, alimentar al hambriento, visitar al enfermo, socorrer al débil y levantar las manos caídas. El élder Soares enseña: “Cada uno de nosotros tiene la oportunidad de venir al Salvador y de recibir la compasión divina que tanto se necesita en nuestro mundo. A medida que participemos de los dones que el Salvador nos ofrece, podremos extender de una mejor manera Su compasión a quienes nos rodean”. Al practicar la compasión por los demás, practicamos el arte del Gran Sanador, sanando las heridas y mitigando las divisiones que de lo contrario podrían agravarse y lastimar. Conforme supliquemos recibir los dones de la caridad y la compasión, y nos esforcemos por llegar a ser como Él, nosotros también podremos bendecir, elevar y sanar a quienes nos rodean.